4 estrategias de coaching para padres

4 estrategias de coaching para padres

 

 

Cuando nos enfrentamos a un problema con nuestros hijos, no siempre se nos ocurren salidas asertivas y edificantes, por lo que es bueno tenerlas preparadas desde antes para cuando surja el conflicto. Aquí algunas ideas:

 

1.      Cuando un niño tiene problemas para concentrarse en algo, ya sea que tiene problemas atencionales diagnosticados o porque le cuesta mucho el tema y la frustración se la gana, una buena idea es que realice la tarea específica (hacer un ejercicio de matemáticas, por ejemplo) haciendo otra cosa menor, por ejemplo, manteniendo los pies levantados, sin apoyarlos hasta que termine.

 

Esto es difícil y supone un esfuerzo de concentración extra, por lo que la complicación de la tarea central pierde importancia y el desafío extra redirige esa parte de atención que estaba jugando en contra hacia un tema que no interrumpe, sino que aporta.

 

2.      Las emociones en los niños pequeños son absolutas, por lo que cuando algo les pasa, son invadidos por ellas y cuesta mucho sacarlos de ahí, como cuando se enojan. Una buena estrategia es seguir los siguientes pasos:

 

a.      Con niños de hasta 2 años: esperar a que pase la intensidad de la emoción y luego contenerlo, abrazarlo y recordarles cuánto lo amas sin importar lo que haga o suceda. Luego, hablar de las emociones que surgieron y ayudarle a identificarlas, “¿te dio pena?” “¿sentiste mucha rabia?” “¿esto te asustó?”, “¿Qué pensaste que pasaría?”. Por supuesto, las preguntas dependerán del nivel de desarrollo del habla del niño, lo que es variable, así que tranquilo con eso.

 

b.      Con niños de hasta 4 años: hacer un termómetro de emociones (algo simple en una cartulina u hoja de block), de forma que cuando surja la emoción, pueda reconocerla y decir qué tan intensa siente que es. Si tiene mucha pena o demasiada rabia, puedes preguntarle qué necesita que hagas para ayudarlo. Entre los 3 y los 4 años todavía podría aparecer la rabia como pataleta; solo espera a que pase y luego haz las mismas preguntas.

 

 

c.       Con niños de más de 4 años: una pregunta que ayuda mucho es “Esto que te enoja/frustra/da pena/ etc., ¿es un problema grande, mediano o pequeño?  ¿Crees que tiene solución?” Esto le permite al niño tomar distancia del problema y acomodar la emoción a la dimensión real del problema, buscando soluciones, lo que lo hará sentir un poco más en control de la situación. Si necesita ayuda, puedes preguntarle si cree que la necesita, de quién y qué específicamente.  Así la rabia, pena o frustración va bajando de a poco y el niño aprende a resolver sus problemas de forma autónoma, pero respaldado por tu cariño.

 

3.      Con los adolescentes la cosa se pone más complicada, porque en esta edad se empiezan a poner en evidencia las estrategias y dinámicas que construiste en la infancia, tanto lo bueno como lo no tan bueno.

 

Lo primero, a menos que te los pidan, evita dar consejos, sin embargo, puedes hacer algunas preguntas que ayuden al joven a encontrar sus respuestas.

 

Algunas preguntas que ayudan:

 

a.      ¿Qué estás sintiendo? Primero lo primero, si no entendemos lo que pasa en su interior, lo que está viviendo por dentro, nada podremos hacer. La empatía es la base de cualquier relación.

b.      ¿Qué quieres lograr? La idea es que logre identificar, verbalizar y dimensionar su objetivo, no importa el área.

c.       ¿Qué es lo que más te cuesta de esto? Esta pregunta tiene una doble finalidad; por un lado, das la señal de que su persona y sus problemas realmente te importan y, segundo, le permites tomar conciencia de sí mismo y, con eso,  crecer.

d.      ¿Cómo vas a saber que lo lograste? ¿Qué va a suceder? Lo que buscamos con estas preguntas es que aterrice el objetivo, que a veces es un poco abstracto. Por ejemplo “quiero que me vaya mejor”, entonces la pregunta sería ¿cómo vas a saber que llegaste a eso? Imagínatelo, ¿qué sucede?, ¿dónde estás?, ¿qué vas a estar haciendo cuando hayas logrado estar mejor? De esta forma, el objetivo se vuelve algo concreto, tangible y, por lo tanto, más alcanzable.

e.      ¿Con qué te gustaría contar para alcanzar ese objetivo? Eso le da una idea más clara de lo que necesita para conseguir aquello que ahora lo frustra, lo que lo pondrá en el estado mental opuesto y deseado, el de empoderamiento. 

f.        ¿Cómo te puedo ayudar? No importa que crea que no puedes, al menos sabe que estás disponible para él/ella y, a veces, eso es más que suficiente.

 

Recuerda que las preguntas no son retóricas, debe haber una real intención de saber lo que estás preguntando, de encontrar la respuesta, de ayudar. 

 

Entiendo si crees que todo esto requiere demasiada paciencia y tiempo y hoy no cuentas con ninguna de las dos; es un problema real hoy en día para muchos padres. Algunas preguntas que te podrían ayudar en eso serían ¿Cuál es tu desafío aquí? ¿Qué te ayudaría en eso? ¿Quién te puede ayudar? Si el tema es el tiempo, por ejemplo, ¿Cómo podrías reorganizar tus tiempos para que te acomode con tus hijos? Si pudieras sacar algo de tu rutina o hacerlo menos o en otro momento, ¿qué sería? Tómate tu tiempo para responder cada pregunta.

 

 

Reorganizar los tiempos requeriría una sesión completa de coaching, pero puedes partir por acá. Quizás te ayude también el artículo Preguntas para Padres, como forma de partir.

 

Nadie quiere pelear con sus hijos, pero a veces eso pasa. Puedes tener estrategias para evitar, al menos en parte, esas peleas. Ser papá puede ser abordado como una tarea estratégica, la que abordarás con la misma inteligencia con la que haces otras cosas en tu vida. ¡Anímate!

 

 

 

Ana María Montealegre Solo de Zaldívar

Coach en PNL

Desarrollo de Habilidades de Comunicación