Hazte las preguntas correctas

Muy seguido, escucho a clientes quejas como “He sido demasiado respetuoso con mi hijo y muy poco conmigo misma” o “Me da pena verlo así y me angustia no saber cómo ayudarlo”, “No sé qué hacer cuando se pone así…”, “No sé cómo ponerle límites sin sentirme culpable”, y también “¡a veces me dan ganas de estrangularlo!”.

Para qué decir si ves a tu hijo triste, huraño, irritable, sensible… miras a tu hijo y quieres ayudarlo, pero ¿cómo?

Lo primero que debo decir es que todo eso normal. Los hijos no vienen con manual de uso ni con botón de pausa, así que la muy probable sensación de sentirse superada o sobrepasado son naturales. Estamos formando a personas, educando a seres humanos y es una tarea intensa y constante, que requiere de estrategias que te ayuden. Digamos que más que una carrera de los 100 metros con obstáculos, es una maratón (¡también con obstáculos!).

Lo segundo que quisiera que supieras es que no debes tener todas las respuestas. ¡No hay una carrera que te prepare! No tomé ese ramo en la universidad. ¿Quién te dijo que la hora en la que tu hijo está más difícil es la hora en la que estás más cansada? Que lo que te resultó con uno no está ni cerca de funcionar con el otro. Y aunque lo sepas, en el momento quisieras ser ese padre acogedor, justo y asertivo y, de repente, te das cuenta de que gritaste. Que lo castigaste. Que no supiste qué responder.

Normal, todo normal. Eres un papá normal. Una mamá normal. Y si estos temas te preocupan eres, además, uno de los buenos.

Si no encuentras las respuestas, veamos si te ayudan las preguntas.

La primera pregunta que podría ayudar es ¿qué quiero para mi hijo/a?  Lo que en Coaching llamamos “definir el objetivo”.  Hazte la pregunta “¿Qué quiero para mi hijo?” y te animo a que llenes una plana con la respuesta. Luego léela. Reflexiona. Si puedes, haz este ejercicio con tu pareja (o con quien compartas la crianza de tus hijos) y luego comparen sus escritos.

Una vez que tienes más claro lo que quieres para tu hijo/a, podemos ir a las preguntas más prácticas y cotidianas que te podrían ayudar en situaciones difíciles donde la creatividad y la paciencia no siempre están tan a la mano.

Parte por esta primera pregunta y trata de llenar, al menos, una plana con la respuesta. Mira lo que surge ahí, las expectativas, las prioridades, los sueños, las oportunidades, el cariño, etc.

Otra pregunta que podría ayudarte es “¿Cómo quiero verlo dentro de 10 años? ¿Y en 20?”. Esto te da una idea más aterrizada de lo que sueñas para él y luego, lo que surge naturalmente es “qué necesitaría para que eso se cumpla y cómo lo ayudo yo”. 

¿Cómo te ayudan estas preguntas? Porque para ayudar a alguien, tengo que estar en una posición de ventaja, de manera que, si hay algo que ya tengo claro sobre un tema, puedo ayudar a otro con ello. Si cuando tu hijo se ofusca tú te ofuscas igual, no puedes ayudarlo; primero debes poder ser capaz de gestionar tu propio mal humor y tus reacciones. Así que otra pregunta que podría servirte es “¿qué te ayudaría a calmarte rápido en momentos de estrés en tu casa?”

 Puede que salir un momento y contar hasta 1298 ayude. O ir a tu pieza y gritar con la almohada en la boca. O salir y gritar y saltar y darte vueltas. Hay quien se fuma un cigarro. Fíjate que siempre “sales” de esa situación y luego vuelves calmada.

¿Y si no tengo tiempo? Vamos saliendo con el tiempo justo, corriendo, y mi hija decide que quiere ir al baño. ¡O ya se hizo! O no quiere lavarse los dientes. O ha olvidado algo de nuevo y ya salimos.

Pues bueno, enojarte es natural y no hay nada de malo, las emociones surgen y ya, ¿quién podría culparte? Dos cosas: 1) tienes permiso para enojarte, porque las emociones no tienen moral, pero hay una diferencia entre lo que siento y en cómo expreso esa emoción y qué hago con ella. 2) Aprender a gestionar tus emociones, sobre todo las negativas, es una tarea útil cuando eres mamá o papá, te aconsejo partir por ahí.

Para terminar por ahora, una pregunta fundamental en cualquier etapa: ¿quién me puede ayudar?

Como dije antes, no debes tener todas las respuestas, hay temas y situaciones que un especialista o alguien con más experiencia podrá abordar mejor que tú y pedir consejo o ayuda es una forma de ayudarte a ti también.

¡No te angusties por las respuestas! Hazte las preguntas correctas, las que te ayudan a avanzar.

Ana María Montealegre S
Coaching en PNL  
Entrenadora de Habilidades de Comunicación